Reflexiones sobre el suicidio infanto juvenil en Chile.
Chile ostenta el segundo lugar en el mundo, entre los países de la OCDE con mayor tasa de suicidio infanto juvenil y estamos situados en primer lugar a nivel latinoamericano según estudios de la UNICEF. Es la segunda causa de muerte en el mundo entre niños y adolescentes de 10 a 24 años. Según cifras del ministerio de Salud, en el año 2000 se suicidaban cuatro de cada 100 mil personas entre 10 y 19 años. Esa cifra en 2010 se elevó a ocho y se estima que para 2020 se llegará a 12 suicidios por cada 100 mil jóvenes, lo que representa un incremento del 200%.
Es hora de dejar a un lado por un momento la herencia genética y la patología psiquiátrica de base, para preguntarnos que tan responsables somos de que un niño o adolescente llegue a niveles tan profundos de agobio y sufrimiento.
Más allá de la brecha tecnológica y generacional, existe un gran abismo entre adultos y adolescentes, entre un profesor y un estudiante, es un abismo emocional que aceptamos como algo natural y sin cuestionamiento alguno. Las normativas, los cálculos, las cifras, las sanciones, los ranking, los resultados, los puntajes, las subvenciones nos distancian cada día más del mundo de ellos y de nosotros mismos.
Ávidos de ser mirados y escuchados, decepcionados de la incomprensión de los adultos, se retiran allá lejos, solos, mientras observan confusos nuestras contradicciones y el bombardeo incesante de violencia, mentira e información basura. Estamos llamados a hacer un cambio que no puede esperar, para darnos espacios y tiempos que inicialmente parecerán “improductivos” pues estamos condicionados a vivirlos como tal.
Estamos llamados a situar la educación emocional en el centro del quehacer educativo y en el centro de nuestra convivencia, pues es la base sobre la cual un ser humando puede aprender sobre su entorno, sobre si mismo, sobre sus propias emociones y sobre esa base, establecer relaciones satisfactorias de colaboración, apoyo mutuo, felicidad, inspiración, confianza y amor. Si aún nos importa que sean disciplinados, que rindan y obtengan logros de aprendizaje, pues bien, eso vendrá por añadidura cuando los adultos comprendamos.